EL DÍA MUNDIAL DEL AGUA
Como todos los 22 de marzo de cada año, a partir de 1992 la comunidad mundial celebra el Día Mundial del Agua como un hito destacado para la toma de conciencia de las amenazas que se ciernen sobre este recurso vital.
Las cifras son elocuentes: casi 500 millones de personas carecen de acceso a una fuente de agua y más de 1.120 millones de personas no tienen acceso a saneamiento básico como letrinas o retretes. Cifras éstas que se triplican si consideramos la gestión segura del agua. La insalubridad de las aguas provoca cada año el deceso por diarrea de más de 840.000 personas por año, de los cuales unos 361.000 son niños menores de 5 años. La Pandemia no hizo más que poner en evidencia un déficit que venía arrastrándose desde hace muchos años al requerir el lavado frecuente de manos con agua y jabón para prevenir el contagio del virus SAR Cov 2.
Durante estos casi 30 años distintas voces y procesos históricos han proclamado la necesidad de otorgarle un estatus jurídico al acceso al agua, hecho éste que culminó con la declaración en 2010 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, por la cual (…) “Reconoce que el derecho al agua potable y el saneamiento es un derecho humano esencial para el pleno disfrute de la vida y de todos los derechos humanos (…)”
En un nuevo giro conceptual, en el año 2015 las Naciones Unidas marcan un nuevo desafío delineando los Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS), atribuyéndole al agua el rol central como promotor de la salud y el desarrollo de la población, plasmados en las metas del ODS 6 que establece la necesidad del acceso seguro a las fuentes de agua y también al saneamiento como un derecho humano universal.
En su Encíclica Laudato SI el Papa Francisco marca ese mismo año con claridad este derecho al mencionar que (…) “El agua potable y limpia, representa una cuestión de primera importancia porque es indispensable para la vida humana y para sustentar los ecosistemas terrestres y acuáticos” (…).
Reconocida como Derecho, el agua no sólo debe cuidarse como medio de subsistencia humana, sino de la vida misma del planeta. Más del 70% de las aguas dulces extraídas son utilizadas para riego y casi un 20% es destinado al uso industrial. La sobreexplotación de los acuíferos subterráneos pone en alerta a muchas comunidades que se abastecen de ellos. De modo que el cuidado del agua debe ser integral, no solo evitando su derroche en la vía pública, sino optimizando un uso más eficiente tanto en la agricultura como en la industria que entre ellas explican el 90% del recurso hídrico disponible.
La historia del siglo XX y lo que va del presente demuestra que los problemas de escasez de agua no se deben al aumento poblacional sino a un nivel de uso del recurso hídrico que casi triplicó el nivel de crecimiento de aquel, lo que demanda un esfuerzo proporcional para cuidar el agua utilizada, para garantizar la Seguridad Hídrica, a través de una adecuada Gobernanza del Sector.
La seguridad hídrica se ve agravada a su vez por las consecuencias que ya se empiezan a notar del Cambio Climático, donde la alteración del ciclo del agua está amenazando los ecosistemas y la vida misma del planeta. Los resultados de la COP 26 muestran que los compromisos efectivos de mitigar las causas del Cambio Climático son limitados, abordándose sus consecuencias a través de medidas de adaptación que en el caso de agua no representan medidas eficaces para su cuidado. En este año en particular el foco de atención se centra en el cuidado de las aguas subterráneas, del cual se abastecen millones de personal en el mundo. Se requiere un cambio drástico en el modo en que venimos haciendo las cosas, para evitar el colapso.
Es en este rol en que la Asociación Interamericana de Ingeniería Sanitaria (AIDIS) asume el compromiso de promover no sólo el cuidado del agua y el uso de las energías limpias, sino acciones innovadoras concretas para aportar desde la ingeniería las soluciones técnicas que brinden sustentabilidad económica y ambiental con inclusión social.
